En esa parte de la niñez, que muchos gustan llamar “la edad del pavo”, se suceden y quedan grabadas ciertas impresiones, ideas extrañas e ilógicas, sobre aquello que desconocemos, pero que sólo con el pasar de los años se iran dilucidando y exclareciendo.
Rondando los 5 años, ya escuchaba con frecuencia una palabra que me hacía imaginar un lugar cubierto de altos edificios, construcciones en cristal transparente, con enormes calles interminables e iluminadas hasta la intensidad, un lugar de sueños... que estaba muy lejos de casa. La imagen de ese lugar se inspiro en las conversaciones que escuchaba de los adultos, y segun ellos, este era un lugar distante, grandísimo, adecuado para ir a vivir, estudiar y trabajar, la palabra usada para describir este lugar era: “La Capital”.
Allá, en Los Llanos, en donde residí desde mi nacimiento hasta los 18 años, me forme el gusto de crecer, de hacerme de amigos, de compartir experiencias en las calles, y de cuando en cuando salir a marotiar a los montes cercanos. A persar de lo grandiosa de mi estancia en Los Llanos, no se por qué en mi cabeza de niño pueblerino, “La Capital” se había convertido en el protipo de ciudad ideal. Tanto que en las mañanas, muy temprano, cuando recien despuntaba el sol, miraba partir a través de las ventanas de mi casa, las guaguas repletas de pasajeros y repetía en mi mente: “La Capital”.
Pero como son las cosas, ya transcurrido el tiempo esas imagenes se agolpan en mi memoria. Desde hace mas de veinte años la capital es mi residencia, si bien es cierto esta cubierta de altos edificios, muchos de ellos construidos en cristal transparente, pero con calles de enormes e interminables llenas de agujeros, de iluminacion escasa hasta las penumbras, verdaderamente un lugar de pesadillas... tan lejos de mi pueblo. Y sigo repitiendo en mi mente... JODER DE CAPITAL.
Nolberto Sabino
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