sábado, 26 de septiembre de 2009

CRONICA DE UN VIAJE A LOS LLANOS

Son las 4:00 p.m. y una de las guaguas de la parada esta a punto de partir. El asiento del conductor es ocupado por un joven que no llega ni a los 25 años de edad. Calmadamente enciende la guagua con particular flojera, revisa su hora de salida con el encargado de la parada y da comienza a su travesía, la cual terminará, si todo sale bien, en la tranquilidad del municipio de Los Llanos.

La guagua un dinosaurio de hierro, mejor conocido como "el avión" va totalmente lleno. No cabe nadie más en los asientos, pero de pie podrían caber otras 10 personas al menos. Ya iniciada la marcha, en un par de calles mas adelante, el potente equipo de sonido con que cuenta la guagua comienza a expulsar fuertes y monótonos sonidos de percusión, emergen de las bocinas ritmos de moda: el reggaetón, la salsa, y como si no podía faltar la bachata, todos ejecutados por sus grandes interpretes. Un joven que ocupa el asiento detrás del conductor no puede contenerse y mediante muecas expresa la incomodidad de que es víctima en la disco andante. Por otro lado un par de vácanos celebran la decisión del chofer y hasta entonan a todo pulmón el coro de una las melodías en la radio, “ya ves loco, que sí me la sé toda" presumen uno al otro.

A vuelta de rayos la guagua recorre todas las calles de la ciudad de Santo Domingo, y así más gente sigue subiendo y subiendo, y comienzan a amontonarse. Un semáforo en verde parece significar un alto para el chofer, quien espera a que la luz roja tenga su turno (rojo) y así esperar que más gente suba a "el avión" Mientras se encuentra parado en pleno siga (verde), el chofer aprovecha la oportunidad para desmontarse y comprar un cigarro y café en un pequeño puesto que se encuentra en la orilla de la calle.

El chofer enciende su cigarrillo y acelera antes de que se ponga la luz roja. Inspirado por el humo del cigarrillo o por la letra de uno de los temas que suenan en su estéreo, sube el volumen a manera que los vidrios de la guagua retumban con cada nota grave que emiten sus altavoces. A medio trayecto, sube al tiesto un hombre moreno, quien ofrece "ricas paletas, fundas de agua y galleticas de a cinco ($5.00) pesitos". Poco después otro vendedor ofrece; esquimalitos, canquiñas y otros dulces cubiertos de chocolate, así como queso y galletas con anís".

Reiniciado el viaje, entre la estridencia de la música, las conversaciones altisonantes de los peregrinos que ocupan la guagua, los malos olores que despiden algunos de los pasajeros que van parados en los pasillos, en las ventanillas y en la puerta, el viaje se torna largo y aburrido, solo el paisaje parece despejar las incomodidades que todos los pasajeros comparten.

Transcurrido unos cuarenta y cinco (45) minutos de iniciado el viaje, el tiesto de guagua, dobla a la izquierda al llegar al Cruce de Cayacoa, en un giro tan amplio y tan temerario, que unas mil maldiciones le son proferidas al chofer por su imprudencia. Ya en el territorio de Los Llanos nos empezamos a sentir mas a gusto, ya por costumbre o por cansancio, justo al llegar a lo que es hoy el proyecto El Nuevo Cayacoa no dejamos de sorprendernos ante tan inusual contraste entre la miseria extrema y la ridícula belleza del nuevo proyecto.

No fue posible durante el ínterin del viaje, rememorar otrora días en los que llegado el tiempo de cosechas de mangos, por ejemplo, solíamos ir en grandes grupos hasta Cachimbito, llenarnos a satisfacción nuestros estómagos y cargar con sacos, latas y otros hasta nuestros hogares, para luego en la comodidad del hogar, seguir disfrutando de la apetecible fruta. Cavilando en cosas más importantes y agradables, llegue a perderme en el paisaje. Ya no escuche mas la radio, las conversaciones cesaron y todos parecían adormecer. Así como en un dos por tres, habíamos llegado. Nuestra primera parada fue justo frente al viejo y olvidado edificio de la Policía Nacional, y como en otros tiempos se pudo ver a un agente sentado, custodiando solitario las puertas del pueblo.

En el parque parada final, llego la hora de bajar, levantarse y atravesar el gentío que va de pie en medio de la guagua: "con permiso, con permiso, en la esquina por favor" gritan incesante al chofer. Éste frena y se detiene bruscamente. Los pasajeros descienden "del avión", hoy han llegado con bien a su destino, mañana será otro día y un nuevo viaje dará comienzo, con música, humo, paletas y funditas de agua fría.

Ah, finalmente lo olvidaba. El viaje tardo mas de una hora y media en un trayecto de tan solo 62 kilómetros, y todo por el mal estado de la mierda de carretera que conduce a Los Llanos, un tramo carretero repleto de hoyos, polvo, pobreza y olvido.

 Nolberto Sabino