miércoles, 15 de junio de 2011

ERASE UNA VEZ UN PUEBLO BUENO Y TRANQUILO...

Erase una vez un pueblo, tan viejo y lejano como la “vanidad” misma. Durante muchos años vivió de su glorioso patriotismo. Para hacerse la vida más interesante, los habitantes se inventaron fechas conmemorativas, se maquillaron a voluntad honras y apellidos, se fabricaron héroes locales, y se erigieron monumentos pétreos a la falsedad, se escribieron himnos cortos y canticos a la patria y hasta se diseñó una colorida bandera.

A los niños se les inculco el ideario nacionalista y en los cuarteles…perdón! en las escuelas, les hicieron repetir las historias inventadas sobre gritos emancipadores, sobre morteros que nunca fueron disparados y otras mil pendejadas. Y los jóvenes tuvieron que escuchar en las tertulias domingueras, sobre generales sin ejércitos luchando en guerras fratricidas con otros hermanos. En fin, y pese a todo, era un pueblo bueno y tranquilo.

Pero un día, quien sabe por causa de que o de quien, un cambio asomo. Se rego como pólvora, fue de boca en boca, trepo por todas las paredes y hasta los amantes en sus lechos lo conocieron.

Por iniciativa de quien sabe quién, le fue cambiado su nombre. Sus calles fueron retorcidas y alargadas, sus avenidas fueron sembradas de flores y hoyos en las aceras. Los vertederos públicos fueron eliminados y sustituidos por montículos de basura en cada esquina. Los monumentos de metal, fueron fundidos y con ellos clavaron astas de donde colgaban las nuevas banderas diseñadas en el extranjero, las historias de héroes fueron suspendidas en las escuelas, y de los himnos a la patria, de los héroes y heroínas, nada quedo… solo el olvido.

Transcurridos los años, el pueblo fue carcomido por el germen del tiempo, de aquel esplendor de ayer nada permanecía, nada. Erase una vez un pueblo, sumido en el atraso y el olvido, pero sorprendentemente feliz… sin mascaras ni hipocresías.

Nolberto Sabino